La climatología, especialidad que el geógrafo también debe dominar, tiene también en sus contenidos nociones de meteorología. Y es que el ciudadano de a pie, muchas veces se da cuenta de que existe el tiempo atmosférico cuando observa un fenómeno meteorológico relevante. Claro, y también cuando necesita hacer una actividad y el tiempo no se lo ha permitido.
En mayo de 2007, mi compañero de piso, también geógrafo, y yo, tuvimos la ocasión de presenciar por la ventana de nuestra casa, como descargaba a sus anchas una tormenta de verano sobre Madrid.
Y es que la Geografía siempre está ahí, sólo hay que asomarse por la ventana. Pero claro, para que realmente sea eso, geografía, debemos reflexionar sobre lo que estamos mirando y entonces relacionar los poquitos conocimientos que tengamos y nuestra intuición para lanzar así un testimonio diferenciado, que sólo pueden dar unos "ojos educados".
De este modo, la observación del fenómeno va más allá del mero asombro inicial y la consiguiente descripción del hecho insólito (para eso están los profesionales de la información). Así, después de poder grabar con los medios que teníamos a nuestro alcance la acción de la lluvia, rápidamente nuestras mentes se ponen a funcionar y tratamos de explicarnos el origen de la caida de estos más de 100 mm de lluvia en 15 minutos, mientras nos vestimos con la ropa adecuada para bajar a la calle después de la tormenta súbita y observar los efectos del fenómeno meteorólogico sobre la ciudad.
Teníamos la teoría. En Canarias, donde estudiamos sabíamos como se formaban las tormentas convectivas, claro, este fenómeno es prácticamente inusual en un espacio insular donde la superficie de tierra no tiene dimensiones para calentarse y transmitir el calor a una masa de aire húmedo que ascienda hasta capas donde se enfríe y produzca la precipitación.
Pero ahora estábamos en Madrid, observando como avanzaba una tormenta típica de verano, un fenómeno de caracter convectivo que avanzaba con aparato eléctrico sobre nuestras cabezas, cuya intensidad produjo la saturación de todas las canalizaciones que desembocan cerca de la M-30. Una arroyada laminar circuló por la plataforma formada por un gran parque que se elaboró sin nivelar, a una pendiente mayor al 10% en algunas zonas.
Esta arroyada, se concentró al final en una calle cuya desembocadura está bloqueada por la menciondada M-30, entonces fue cuando saltaron las alcantarillas y el asfalto de esta calle (Joaquín de Lorenzo), que se convirtió en un pequeño llano inundado durante unas horas. Del mismo modo los coches flotaban en los garajes de los edificios colindantes.
Mientras, mi compañero y yo observábamos los daños producidos y andábamos absortos en nuestras explicaciones de cada evento, así como en lo impresionante de poder apreciar un hecho que sólo conocíamos de manera teórica, cuando regresamos a casa, pudimos comprobar como la gente había bajado a los bares de los bajos del edificio y se concentraban hablando, aunque realmente miraban a un punto fijo. !Claro, estarían estufactos por aquel hecho insólito de tan extremas dimensiones! !Habrían sentido lo mismo que nosotros! ¡Estarían narrando todo lo ocurrido!
Pues no compañeros. Como ya habían imaginado, había un partido del Real Madrid en el canal plus y la antena se estropeó, por lo que mientras unos vecinos intentaban salvar su coche de la pequeña riada, otros solidariamente veían como unos señores perseguían un balón. Pero lo peor, no habían visto aquel hecho como nosotros, es lo que crea la ciudad. Las personas se han hecho ajenas al medioambiente hasta el punto de que mientras el agua no arrastre su coche, no sigue siendo sino eso, agua.