sábado, 22 de marzo de 2008

MADRID. MIRAR LA CIUDAD DESDE FUERA DEL ESPACIO URBANO.

Llevo dos días haciendo rutas a pie desde el norte de la ciudad de Madrid hacia la periferia. Hoy quiero referirme a la que hice el primer día. La idea era abandonar la ciudad a pie para palpar su límite y continuar por espacios abiertos hasta encontrarme como mínimo campos agrícolas o con mucha suerte en un espacio natural, aunque ya sabía que lo más natural que podía encontrar eran o una dehesa en abandono o campos de cultivo no laborados.

Vivo a 1 kilómetro del parque recreativo Dehesa de la Villa, antes toda una zona de pasto y cultivos que tenía un área mucho mayor de la que hoy puede verse como parque. La Ciudad Universitaria, algunas urbanizaciones y otros elementos propios de la expansión urbana la han acotado a poco más de una colina, que hoy se comporta como parque urbano y zona verde con multitud de usos recreativos. A pesar de la reducción de hectáreas, su tamaño sigue siendo considerable ya que Ciudad Universitaria, cuenta también con multitud de zonas verdes que pueden conectarse al parque en rutas a pie o en bicicleta.

El comienzo de la ruta se sitúa en uno de los dos miradores con el que cuenta el parque con vistas al norte. En él hay un tablón informativo donde pude informarme del paisaje avistado y de otras cosas interesantes como el resumen histórico de los cambios en el espacio donde me encontraba. También, en el panel pude informarme de que sin darme cuenta me encontraba en el paso de una ruta bien estructurada que personas amantes del senderismo y el medio ambiente habían ya desarrollado. Se trataba de la ruta GR-124, una senda real que pretende, tal y como yo me planteaba ese día, conectar a pie el centro de una gran capital urbana cono los espacios naturales de su entorno. La senda pasando por el Monte del Pardo, llegaba a Colmenar Viejo y tiene unos 48 kilómetros.


Yo, como buen aventurero dejé la senda señalizada para otro día y me dispuse en mi empeño de tomar dirección norte y lograr mi objetivo, siguiendo una línea recta, convertirme en poco tiempo de peatón urbano a senderista activo. Desde mi ignorancia reflexionaba lo que había leído en el panel – que tontería “una ruta que conecta la ciudad con los espacios naturales directamente a pie, aspecto que no tienen todas las grandes urbes”, ¡pero si esto cruzando la carretera por el puente ya está hecho!- cual fue mi asombro, cuando tuve que retroceder más de 20 veces (puede que hayan sido más) cuando tenía que rodear un campo de golf, cuando tropecé con la valla de una depuradora de aguas residuales contigua a unos invernaderos privados, cuando no me atreví a atravesar un poblado gitano, cuando tuve que sortear un pequeño arroyo de aguas residuales, cuando al intentar sortear una propiedad privada por un cauce acabé escalando un puente que derivaba dentro de otro campo golf privado del que tuve que huir… cuando por fin, al encontrar un camino no privado desembocaba en una autopista en la que por supuesto no podía estar y como un fugitivo tenía que ir buscando un pequeño espacio fuera del arcén para llegar a la siguiente pasarela ante el asombro de los conductores en sus máquinas de motor.


Ahora sé que el límite urbano de una gran ciudad, para un peatón no es fácilmente franqueable. - ¡Qué nadie me vuelva a decir que se siente encerrado en una isla por el mar!


En definitiva, mi rumbo hacia el norte se fue tornando en un brutal rodeo hacia el oeste, al final desemboqué inexorablemente en la autopista a A Coruña y después de pasar por delante del muro del CNI español (Centro Nacional de Inteligencia), sintiéndome de nuevo observado por sendas cámaras e intimidado por una valla eléctrica, pude cruzar por una pasarela que me derivó a una urbanización en Aravaca, la cual un jueves de semana santa parecía un antiguo pueblo del Far West, sólo que las casas de madera eran verdaderas mansiones con ondeantes banderas españolas y un silencio ensordecedor que sólo me impulsaba a continuar mi camino, ahora hacia el este por fin cerrando mi rodea en dirección Casa de Campo.


Lo mejor de la urbanización fue la mirada a la espalda. Mi primera visión de la ciudad desde fuera. Pero aún en suelo urbano residencial. Tendría que avanzar algunos metros más para encontrarme en el Cerro del Águila, un enclave recreativo caracterizado por la presencia de un pinar en supuesto retroceso por la ocupación de encinas que de modo “natural” van desplazando al competidor. Se supone que esta zona es un área que pretende proteger la vida “salvaje” como la de la comunidad de conejos y otras aves del lugar. Yo pensé –espero que los conejos y las aves (éstas seguro que no) no perciban la valla del campo de golf como un freno en el corredor ecológico-.


Atravesado el pinar con encinas y jaras de Cerro del Águila, no tuve más remedio por causa de propiedades privadas y campos de golf, que volver a mi querido arcén (véase video), donde en menos de 100 metros pude entrar, por medio de otro puente y sorteando el quitamiedos de la carretera, a una nueva zona verde esta vez con visos de no interrumpirse.


¡Por fin! Estaba en un corredor verde que debía conectarme en menos de 1 hora con La Casa de Campo. Fue en este increíble espacio donde tropecé con una rivera que se insinuó desde lejos cuando después de atravesar la vía del tren (otro obstáculo esta vez franqueable) divisé una hilera de árboles que suelen acompañar a los cauces, como lo son los sauces, fresnos y olmos. Aquí me senté en un descanso “alejado de los ruidos urbanos”.


Después de mi pequeño descanso pude subir a una colina que mantenía una torre de vigilancia desde la cual supuse que podría divisarse parte de la ciudad. Yo me conformé con visualizar el límite de la ciudad “amenazante” y los tres engendros de cristal y acero que ridiculizan las famosas torres kio. Tres gigantes que dan crédito del progreso de la urbe, de la magnificencia producto de la aglomeración humana y de sus proyectos megalómanos que tanto nos benefician y a la vez nos perjudican en la medida en que aprendemos a anteponer el desarrollo al crecimiento.

Ahora quedaba el regreso. Volver del canto del pájaro al estruendo urbano. A 1 kilómetro de La Rosaleda, cercano a la estación de Príncipe Pío, ya podía percibir la nube de ruidos. Una vibración que a modo de burbuja sonora cubría un perímetro imaginable y etéreo. Se trata de la mega-cápsula urbana en la que inexplicablemente y día a día convivimos millones de seres, incluidas urracas, palomas, ratas, cotorras, insectos y personas.


Puedo decir que franquear la entrada fue un camino de rosas comparada con mi brusca entrada desde el noreste de la ciudad. Lo primero que divisé fue el cauce de El Río Manzanares, un ejemplo de estética funcional natural – urbana que afortunadamente se ha instalado en la mente de los políticos a través de los ciudadanos. Puede que algún día, autopistas y campos de golf entiendan que mucha gente sin motor quiere también disfrutar del espacio.



2 comentarios:

  1. Muy interesante Jaime, soy muy aficionado a este tipo de relatos cortos sobre senderismo y tu excursión, al haber contemplado la transición entre la urbe y la periferia, donde la naturaleza está cada vez más arrinconada, es muy original y aclaratoria.

    No hace falta hacer grandes viajes para conocer espacios geográficos interesantes.

    Un saludo.
    www.geopercepcion.blogspot.com

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  2. Querido Jaime:
    Felicidades por los últimos comentarios y las incursiones en las geografías urbana y de los transportes.
    Sobre esta geografía de los lugares, comentarte que hay una iniciativa muy parecida a la tuya. La organizan desde Ecologistas en Acción (o por lo menos ellos están en el ajo), y se trata de realizar salidas a pie desde la ciudad a la sierra siguiendo las antiguas cañadas. Justo ellos reivindican recuperar esas antiguas salidas o caminos, pues efectivamente, como te pasó a ti, esta ciudad sin confines se convierte rápido en ciudad de confines. En la última marcha de los ecologistas, salieron desde Príncipe Pio, durmieron en Tres Cantos y continuaron después hasta Miraflores, todo un fin de semana de paseo. Si tengo información de nuevas acciones de este tipo intentaré informar en el blog.
    Cuenta con este lector, de modo que el indicador de accesibilidad crece (indicador gravitatorio en este caso… en la accesibilidad, en geografía y en casi todo, creo, lo bueno siempre es gravitatorio, jejejeje). Crece pues un poquito el peso en el numerador (las atracciones en destino) y espero que, en este caso, ello además ayude con la reducción de la impedancia.
    Horacio Oliveira

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